Aceptar el Parkinson es más una carrera de fondo con obstáculos que un sprint final. Es un proceso cíclico que acompaña durante toda la enfermedad.
Tener una enfermedad neurodegenerativa como el párkinson conlleva tener que asumir cambios en la vida que no estaban planificados. Además, la pérdida de funciones motoras afectará irremediablemente a la calidad de vida. Esta pérdida supone un proceso de duelo, que la persona debe experimentar.
Sin embargo, en estas enfermedades el proceso de duelo parece no acabar nunca y la persona tiene la percepción de no ser capaz de terminar de aceptar la enfermedad. Lo que ocurre es que la atención se centra en la enfermedad y no en los síntomas que son los que de verdad suponen un problema en el día a día. El proceso de duelo y aceptación se realiza con cada uno de los síntomas y no con la enfermedad.
Con el paso del tiempo los síntomas pueden ir empeorando o surgir otros nuevos y es entonces cuando se comienza un nuevo proceso de duelo o se reactiva un proceso de duelo que no había finalizado previamente.
La finalidad de la aceptación no consiste en asumir que se está enfermo, sino en comprender que habrá días buenos, días malos y días muy malos. Será entonces cuando las expectativas se ajusten a la realidad de la persona y su situación emocional será más estable.