Gestionar la incertidumbre en la enfermedad de párkinson es uno de los retos más importantes de todo el curso de la enfermedad. Necesitamos estar en el presente
La incertidumbre es una de las experiencias más difíciles cuando aparece la enfermedad de párkinson. No solo afecta a la persona diagnosticada, también influye en su familia, en sus decisiones diarias y en su forma de mirar el futuro. Vivir sin respuestas claras, sin una previsión exacta o sin la seguridad de qué pasará después puede generar miedo, tensión y una sensación constante de inestabilidad. La mente intenta anticiparse para protegerte, pero lo hace proyectando escenarios que todavía no existen, y eso aumenta aún más el malestar.
La clave no es intentar controlarlo todo, sino aprender a volver al presente. Cuando tu cabeza se va demasiado lejos, puedes hacerte una pregunta sencilla: “¿Qué está ocurriendo aquí y ahora?”. Este gesto, aparentemente pequeño, ayuda a reducir la ansiedad y a reconectar con lo que sí depende de ti.
Dividir los problemas grandes en pasos pequeños. Muchas personas se bloquean porque intentan encontrar soluciones definitivas a situaciones que están cambiando constantemente. En lugar de eso, puede ser mucho más útil preguntarse: “¿Cuál es el siguiente paso razonable que puedo dar hoy?”. Avanzar en pequeños tramos permite mantener la sensación de dirección sin caer en la sobrecarga.
A veces, la incertidumbre se vuelve más llevadera cuando dejamos de pedirnos respuestas que nadie podría dar.
La incertidumbre no desaparece por completo, pero sí puede perder fuerza cuando la entendemos, cuando la nombramos y cuando aprendemos a convivir con ella sin dejar que determine nuestra vida cotidiana.










