Se ha vuelto egoísta por tener párkinson, es lo que muchos familiares y cuidadores expresan, al hablar de las demandas de la persona con párkinson con la que viven.
Los familiares y cuidadores de personas con párkinson suelen observar cambios en su comportamiento, que interpretan como actitudes egoístas o una rigidez mental que dificulta la convivencia. Este fenómeno tiene una base tanto biológica como psicológica y está profundamente relacionado con el impacto de la enfermedad en el cerebro, así como con los cambios emocionales que experimentan quienes la padecen.
El párkinson afecta a áreas del cerebro encargadas no solo del movimiento, sino también de la regulación emocional y la flexibilidad mental.
A nivel emocional, la frustración y el estrés crónico derivados de la pérdida progresiva de autonomía también influyen en este comportamiento. La enfermedad genera una sensación constante de pérdida de control, y centrarse en sus propias necesidades puede ser una forma de protegerse frente a esa incertidumbre. Por otro lado, la depresión y la ansiedad, comunes en personas con párkinson, también reducen la capacidad para conectar emocionalmente con los demás, lo que puede parecer desinterés o egoísmo.
Desde la perspectiva de los familiares, este comportamiento puede resultar difícil de comprender, sobre todo si interpretan la insistencia en ciertas rutinas o la resistencia al cambio como una imposición o falta de consideración. Sin embargo, para la persona con párkinson, estas rutinas proporcionan una sensación de estabilidad y control dentro de un contexto en el que muchas cosas están fuera de su alcance.
Abordar esta situación requiere comprender que estos cambios no son intencionales, sino el resultado de las limitaciones impuestas por la enfermedad. Informarse sobre el párkinson ayuda a interpretar estas actitudes desde una perspectiva más empática, entendiendo que lo que parece egoísmo es, en realidad, una respuesta a los desafíos físicos, emocionales y sociales que enfrentan.
