Párkinson y apatía: Cuando no tienes ganas de nada, no te apetece relacionarte ni te motiva hacer nada. Aun así, no estás triste. Eso también es apatía.
En algunos días, la sensación de desgana es profunda: no apetece hablar, moverse ni pensar. Esta falta de impulso no es sinónimo de pereza ni desinterés. Es apatía, un síntoma frecuente en enfermedades neurológicas, que hace que todo parezca más difícil de iniciar, incluso lo más sencillo.
Cuando el cuerpo y la mente no responden, es importante ajustar las expectativas. No se trata de cumplir grandes metas, sino de romper la inercia con acciones mínimas. En lugar de proponerse “hacer mucho”, conviene pensar: “¿Qué puedo hacer ahora?”. Algo pequeño. Algo posible.
Por ejemplo, cambiarse de habitación, abrir una ventana, vestirse aunque no se vaya a salir. Estas acciones sencillas pueden parecer insignificantes, pero tienen un valor real: conectan con la vida cotidiana y ayudan a recuperar el ritmo, poco a poco.
Es habitual que aparezcan pensamientos como “¿para qué, si no sirve de nada?”. En esos momentos, conviene recordar que hacer algo, por pequeño que sea, es una forma de activarse. No hay que esperar a tener ganas para actuar. Al contrario: la acción, incluso sin ganas, puede ayudar a desbloquear el estado emocional.
No siempre se tendrá energía para todo. Pero empezar por un gesto simple puede marcar la diferencia entre quedarse detenido o recuperar algo de movimiento. No se trata de forzarse, sino de encontrar el primer paso posible, hoy.