La trampa emocional en la enfermedad de párkinson

La trampa emocional en la enfermedad de párkinson, es una de las cosas más comunes que ocurre en las relaciones entre la persona y sus familiares.

Cuando aparece el párkinson, muchas personas afectadas adoptan casi sin darse cuenta una estrategia que parece protectora, pero termina volviéndose en contra: callar lo que sienten para no preocupar a los demás. Frases como “si lo cuento, mi pareja también sufrirá” o “mis hijos ya tienen bastante con su vida” son muy habituales. La intención es buena, pero el resultado es el contrario: se genera una distancia emocional. La persona afectada se aísla en su propio malestar y la familia percibe que algo no está bien, pero no sabe qué ocurre.

Esta trampa emocional se manifiesta de distintas formas. La persona empieza a disimular cuando algo resulta difícil o doloroso, deja de desahogarse con quienes antes lo hacía, siente malestar, pero no lo comparte y duerme peor porque da vueltas a los pensamientos sin expresarlos. En la ciudad, la rutina diaria lo camufla: el trabajo, las citas médicas o las obligaciones hacen que todo parezca “normal”. En los pueblos o entornos rurales pesa la idea de que si se cuenta, todo el mundo lo sabrá, y eso lleva a callar aún más.

Los familiares también pueden detectar señales claras. A veces la persona afectada responde siempre con un “estoy bien” aunque sea evidente que no lo está, cambia de tema cuando se le pregunta cómo se encuentra, se muestra más irritable o distante sin explicar por qué, o minimiza sus síntomas y su necesidad de ayuda con frases como “no es nada, ya lo hago yo”.

Es una trampa porque a corto plazo parece que protege: así no hago sufrir a nadie. Pero a medio y largo plazo deteriora la confianza y la comunicación familiar. Se levanta un muro invisible: la persona afectada carga sola con la enfermedad y los familiares sienten que no pueden acercarse de verdad.

El primer paso para salir de la trampa es reconocer que compartir no significa debilidad, sino permitir que los demás puedan acompañar. Hablar de lo que pasa no genera sufrimiento extra. Lo que duele no es escuchar, sino quedarse fuera. Si cuesta hablar directamente, se puede empezar con frases sencillas como “hoy me está costando más de lo normal”, “no necesito soluciones, solo quería contártelo” o “esto me preocupa y prefiero no guardármelo”

La trampa emocional en la enfermedad de párkinson
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